MOTÍN DE LA TRUCHA Una vez instaurado el Común, por el fuero de Fernando I, para atajar los abusos que la nobleza emprendía con la clase popular, Benito el Pellitero, hombre de limpia conciencia y reconocida honestidad, ofrecía el liderazgo en la defensa del pueblo. Los bienes comunales, la justicia y el orden de la ciudad quedaban en manos de los hombres elegidos por el pueblo, acto que irritaba y reprochaba la clase noble. Benito el Pellitero comparte vida con su hijo, de apenas veinte años, Pedro y su pequeño negocio de pieles, en lo alto de la cuesta de Balborraz. (Zamora, España) Pedro, enamorado de una joven hidalga, oye, no sin recelo, el consejo de su padre de abandonar tal propuesta, pues hijos de menestrales nunca podrán pretender a una hija de caballero y menos cuando se trata de la hija del hidalgo D. Gómez Álvarez de Vizcaya, arrogante y poderoso señor que menosprecia a los plebeyos. Una de las injusticias que el pueblo no había podido vencer era el hecho de