Euskad Islan origen Africano
Euskera versus Bereber
Mano de Irulegi o como se falsifica la historia
640-Damasco, 716 o 718
Valí de Ifriqiya (705-714)
Su nombre completo era Abu ‘Abd al-Rahman Musa ben Nusayr ben ‘Abd al-Rahman Zayd al-Lajmi. En árabe أبوعبد الرحمن موسى بن نصير بن عبد الرحمن زيد اللخمي
También puede aparecer escrito como Muza ben Nusayr y Muça Abenzair.
Fue anteriormente recaudador fiscal en Bassora donde fue multado por cometer fraude. Nombrado gobernador de Ifriqiya por el califa al-Walid I. En el 705 ocupó Tánger y consolidó el dominio sobre el actual Marruecos.
Musà ben Nusayr inicia la conquista de al-Ándalus
En el 710 Musá ben Nusayr manda una expedición militar al mando de Tarif con 400 hombres y 100 caballos hacia la península Ibérica, desembarcando en Tarifa.
En el 711 envió a Táriq ben Ziyad para intervenir en la guerra civil que se libraba en el reino visigodo. Tras conocer las brillantes campañas de su lugarteniente, Musá desembarca en junio del 712 al mando de 18.000 hombres en la ciudad de Chazira al-Jadra (probablemente Cádiz).
Puede que asesorado por el conde Julián, gobernador visigodo de Ceuta y enemigo de Rodrigo, tomó una ruta que pasaba por ciudades aún no sometidas por Táriq. Tras ocupar Medina-Sidonia, Carmona y Alcalá de Guadaira se encamina hacia Mérida, donde estaban refugiados los restos de los partidarios de Rodrigo. Sitió la ciudad que resistió durante varios meses hasta su capitulación el 30 de junio de 713.
Posteriormente, mandó llamar a Táriq con el que se encuentra en Toledo o en Talavera. Tras un enfrentamiento a causa del botín obtenido, continuaron su expedición por Medinaceli hasta Zaragoza, obteniendo la sumisión de Fortún Casio. Desde aquí, Musá se encamina a sofocar la rebelión de Amaya (714) y conquista León, Astorga y Lugo.
Ese mismo año Musá y Táriq son llamados por el califa al-Walid. Ambos se encuentran en Sevilla y embarcan hacia Damasco en verano. Su hijo ‘Abd al-Aziz ben Musá queda como gobernador de los nuevos territorios.
Una hermana de Musá, de nombre desconocido, se casó con Habib al-Lajmí y con quien tuvo a Ayyub ben Habib al-Lajmí, valí de al-Andalus.
Caída en desgracia en Damasco
Cuando Musá llegó a Damasco ya había fallecido al-Walid y el nuevo califa Suleymán no sintió ningún afecto hacia él, castigándole con la muerte por la forma en que se había producido el reparto del botín. La pena se le conmutó por el pago de una fuerte multa pero no se le permitió regresar a al-Andalus.
Murió asesinado en una mezquita de Damasco hacia el año 716 o 718. Según Ibn al-Kardabus murió acompañando al califa Sulaymán en Medina en el año 98 (716-717).
Descendencia de Musá ben Nusayr
Musá se casó al menos tres veces y tuvo al menos tres hijos y una hija:
- ‘Abd Allah ben Musá, con su segunda esposa, Rabia. Valí de Ifriqiya.
- Marwan ben Musá. Quien colaboró con él en pacificar el norte de África.
- ‘Abd al-Aziz ben Musá, quien fue el primer valí de al-Andalus
Clan de muladíes (pobladores autóctonos convertidos al Islam) de Aragón y Navarra. Descendían del conde Casio, un noble visigodo que se hizo vasallo de los Omeyas de Damasco a cambio de conservar sus dominios (hacia el año 713). La familia fue acrecentando su poder a lo largo del siglo viii gracias al apoyo que prestó a los Omeyas de Córdoba en sus enfrentamientos con clanes de origen árabe y beréber. En esa época destaca la personalidad de Musa ben Fortún. Con su hijo Musa ben Musa ben Fortún (Musa III) alcanzó la familia el máximo de su poder, siguiendo estrategias autónomas, que le llevaron a aliarse con príncipes cristianos de los diversos enclaves pirenaicos para luchar contra los emires cordobeses (sublevación de Musa y del rey de Pamplona contra Abderramán II en el 842). Incluso se hizo llamar «tercer rey de España» (junto con los de Asturias y Córdoba). Tras su muerte en el 862, el enfrentamiento con los Omeyas determinó a éstos a prestar su apoyo a linajes árabes rivales de los Banu Qasi, como los Tuyibíes, que en el primer cuarto del siglo x ocuparon el poder que éstos habían llegado a alcanzar en todo el valle del Ebro.
Años de investigación
"Esto certifica que en Tauste hubo un asentamiento estable y longevo de población musulmana. Rompía con las anteriores creencias de la historia local", enfatiza Miriam Pina, antropóloga y parte de El Patiaz.
Abderramán Sanchuelo
Síntesis biográfica
llamado Nāṣir al-Dawla al-Maʾmūn Conocido en las crónicas de los reinos cristianos como Sanchuelo, caudillo amirí del Califato de Córdoba y valido de Hisham II. De hecho en torno al año 992 el monarca navarro anunció una visita oficial a su yerno, Almanzor, para tratar de poner fin al hostigamiento cordobés, debido a la ruptura del pacto anterior entre el califato y Pamplona. El 4 de septiembre de aquel año, Sancho II fue recibido tras un largo viaje en al-Zahira con gran pompa militar y tuvo ocasión de encontrase con su nieto, al que al parecer besó los pies, de acuerdo con la narración de al-Jatib.
Trayectoria profesional
En octubre de 1008, a la muerte de su medio hermano Abd al-Malik al-Muzaffar de la que se rumoreó podía haber sido el causante, le sucedió en el poder que de facto venían ejerciendo los descendientes de Almanzor, como chambelán del califa Hisham II. Mucho más pródigo hacia este que su padre o su hermano, recibió el título honorífico de Násir al-Dawla («Defensor de la Dinastía») y, diez días más tarde de su nombramiento como chambelán, el califal de al-Mamún («el Fidedigno»), hecho este mal visto por la población. Esta ruptura con la tradición familiar, que se había limitado a tomar sobrenombres militares y había evitado los que pudiesen apuntar a la usurpación califal, fue un error muy criticado por sus contemporáneos. Para corregir el error, partió pronto en campaña contra los Estados cristianos para tratar, como habían hecho su padre y su hermano, de justificar su poder con éxitos militares en el yihad. Las tremendas tensiones internas dentro del califato entre bereberes, eslavos y árabes, la suplantación del poder califal por los amiríes y la escasa capacidad de Sanchuelo para el gobierno provocaron un periodo de anarquía y revueltas que finalizó con la fitna, por la cual desapareció el Califato de Córdoba y el poder se disolvió entre los reinos de taifas. Durante el escaso tiempo en que gozó del título de hayib, se desentendió del gobierno y se comportó, en palabras de los cronistas, de manera excéntrica. Se hizo muy amigo de Hisham II.5 Este, siempre entre algodones, separado de las tareas propias del comendador de los creyentes desde niño, languidecía en una cárcel dorada en una vida de placeres y lujos sin preocupaciones, a la que parece haberse unido el nuevo háyib. En Córdoba no tardaron en correr los rumores sobre su desmedida afición al vino y las mujeres. Poco después se hizo nombrar heredero legítimo de Hisham II, contraviniendo la política de sus antecesores, que habían tenido siempre el máximo tacto y respeto por esta figura aunque detentaran el poder en exclusiva. El cambio dinástico que esto suponía soliviantó a los elementos árabes, tradicionalistas y menospreciados bajo los amiríes, y eslavos, siempre fieles a los omeyas.
Muerte
Su fin se gestó cuando se puso al frente de una campaña militar, tal vez para ganar algo del prestigio que como militares tuvieron su padre y su medio hermano.[6][4] Pero también porque el descontento contra el régimen amirí crecía cada vez más y buscaba el apoyo del pueblo.[8][9] Por el mismo descontento, pocos voluntarios se sumaron a su ejército, pero sí la totalidad de los mercenarios bereberes,[8][9] aunque en verdad, desde las reformas militares y fiscales iniciadas por su padre, estos contingentes africanos habían reemplazado a los reclutas andalusíes (kuwar muŷannada) proporcionados por las provincias donde se habían asentado en masa los sirios llegados en el siglo VIII.[10] Estos recibían una paga doble[8][9] en metálico (naḍḍ) y especies (ṭaʿām, «cereales»; mawāšī, «ganado») que se solventaba en un impuesto que debían pagar los habitantes de cada localidad según el número de habitantes y casas.[10] Los oficiales eran hombres libres o esclavos adscritos a los omeyas o los amiríes: clientes (mawlà-mawālī), beneficiados (ahl al-iṣṭināʿ, ṣāniʿ-ṣunnāʿ), jóvenes (fatà-fityān), pajes (ġulām-ġilmān) y esclavos en general (ʿabīd).[10]
Para ello no se le ocurrió mejor momento que el invierno del 1008, en mitad de un creciente malestar en la capital.[4] Aunque sus consejeros le advirtieron de que la campaña era inoportuna, desoyó sus palabras y se dirigió al norte acompañado por el conde García Gómez de Carrión, al que ayudaba en su lucha contra Alfonso V de León.[4] Para colmo, poco antes de marchar a la frontera dictó normas afrentosas para buena parte de la corte por las que deberían dejar de utilizar el bonete árabe y vestir a la berberisca. La capital califal, desguarnecida por su marcha, quedó en manos de sus enemigos.[6]
No tardó en estallar la revuelta, mientras Abderramán se hallaba en Toledo,[4] aprovechando su marcha y la de los bereberes que aún eran fieles a la estirpe de Almanzor, y el 15 de febrero de 1009, Muhámmad ibn Hisham canalizó el descontento. La revuelta, acaudillada por un omeya biznieto de Abderramán III,[4] estaba financiada por la madre de su hermano Abd al-Málik, que acusaba a Abderramán de ser el causante de la muerte de aquel.[7] Se hizo con el control de Córdoba con el apoyo de una milicia entusiasta pero ineficiente formada por el populacho[9] y liderada por diez hombres de origen humilde,[11] entró en palacio sin encontrar mayor resistencia[9] y obligó a Hisham II a abdicar[7] en su favor. De este modo se proclamó califa[4] con el nombre de Muhámmad II al-Mahdī.[7] Rápidamente nombró ḥāŷib encargado de los asuntos militares a su primo ʿAbd al-Ŷabbār ibn al-Muġīra; su primera medida fue armar al vulgo fiel al no contar con el apoyo de la aristocracia árabe ni de los militares eslavos o bereberes.[9] Poco después vino el licenciamiento forzoso de más de siete mil soldados, especialmente esclavos y mercenarios africanos.[12] Su siguiente paso fue ganarse el apoyo de los demás omeyas. El 26 de abril, anunció la muerte de Hisham II (en realidad, este no murió sino que volvió a ostentar el califato en 1010-1013) y, tras dar su pésame al primo de aquel y nieto de Abderramán III, el príncipe Hišām ibn ʿUbayd Allāh, le prometió una almunia a cambio de renunciar a sus derechos sucesorios.[11]
A continuación, se vengó de los «usurpadores» amiríes y arrasó el complejo de al-Zahira[4] durante cuatro días,[9] hasta el 19 de febrero, donde estos residían y habían organizado una corte alternativa.[4] La destrucción de la ciudad palatina, sede además de la Administración, fue total.[4] Se recuperó una suma de 7 200 000 dinares de oro[9] que, al seguir la fitna, se agotaron poco después.[11]
Sanchuelo pronto tuvo noticia de estos hechos y ordenó el regreso a la capital pero, según se acercaba, el ejército le fue abandonando poco a poco.[13] Sus generales le habían recomendado unirse a las fuerzas de Wādiḥ en Medinaceli antes de volver, pero nuevamente había desechado su consejo y decidido marchar de inmediato a Córdoba.[13] Con los pocos fieles que le siguieron, entre los que se contaba el conde de Carrión y Saldaña, alcanzó el Guadalmellato, a las afueras de la capital.[13] Tropas del califa Muhámmad acudieron a arrestarlos y, el 3 de marzo de 1009, Abderramán y su aliado el conde García Gómez fueron decapitados.[13] Su cadáver embalsamado fue crucificado en la Puerta de la Corte de Córdoba.[14]
Algunos eslavos leales a los amiríes consiguieron salvar a su hijo, ʿAbd al-ʿAzīz ibn ʿAmir, nacido hacia 1006, quien se convertiría en «régulo» de las taifas de Valencia en el 1021 y de Almería en el 1038, y llegará a ser el poder hegemónico en el Levante.[15][16]
Los bereberes reaccionaron rápidamente a la pretendida desmovilización del nuevo califa.[11] Buscaron un pretendiente omeya llamado Hišām ibn ʿAbd al-Mālik, biznieto de Abderramán III, que en la ola de saqueos xenófobicos que vinieron después de la caída de Sanchuelo [12]
Previamente, llegaron nuevas de que el conde Sancho García, que estaba al corriente de lo que venía ocurriendo en Córdoba, se disponía a atacar los territorios musulmanes, y Sanchuelo se apresuró a ponerse en campaña contra el castellano y se lió con el ejército, camino de Toledo, sin tomar en consideración las advertencias de los oficiales Eslavos, que tenían pruebas de que se preparaban secretamente graves acontecimientos en la capital. No bien hubo llegado el amirí a Toledo, se agregó a sus huestes un conde de los Beni Gómez de Carrión que venía a demandarle ayuda contra Sancho, y, en seguida, le alcanzó la noticia de que Muhammad Ibn Hisham Ibn Abad al Chabbar —Muhammad II, al-Mahdi— había acaudillado una conjura financiada por la riquísima al-Dhalfa', la madre de al Muzaffar, y, tras de derrocar a Hisham II y de destruir totalmente la residencia al-Amiri de al Madina al-Zahira, se había proclamado califa y adoptado el laqab o sobrenombre honorífico de al-Mahdí bí-llah, el bien dirigido por Dios.
A ningún miembro de la camarilla de Sanchuelo le sorprendió la nueva, pues todos, sin excepción, preveían el suceso, mas a él, por el contrario, le cogió tan de improviso que difícilmente pudo hacerse a ella Por fin, ordenó al ejército que volviera etapas y se encaminó hacia Calatrava, donde estuvo detenido varios días entregado a puerilidades, y en la que tuvieron lugar las primeras deserciones de sus tropas; luego hizo ato en Manzil Hani, posada de etapa a dos jornadas de Córdoba, y allí le abandonaron todos los bereberes encuadrados en su ejército, y, por último, alcanzó una almunia, propiedad del Estado, que había en las proximidades del monasterio Armilatense —la misma en la que había sido muerto su hermano al-Muzaffar cuatro meses antes—, y en ella dejó instaladas a sus mujeres en tanto que él, en compañía del conde de Carrión, ya aludido, y que no había querido dejar desasistido al amiri en su desgracia, fue a pedir hospitalidad a los mozárabes del mencionado cenobio.
Al siguiente día, 3 de marzo de 1009, salió contra él una tropa enviada por Muhammad II, al-Mahdi, se apoderó de su persona y de la del conde, y trató de conducirlos a Córdoba pero, por el camino, Sanchuelo intentó suicidarse y los dos prisioneros fueron ejecutados sin más preámbulos. Sus cadáveres, finalmente, se llevaron a Córdoba, y en ella quedaron expuestos por algún tiempo a las injurias de la plebe.
Sanchuelo se mantuvo, pues, al frente de los destinos de al-Andalus cuatro meses escasos; pero le sobró tiempo aún para provocar, con su torpe conducta, el mayor caos que registran los anales de los musulmanes españoles: la caída del califato. Una vez que Cordoba se alzó en rebeldía, las demás provincias no tardaron en imitarla, y la unidad política de la España musulmana, que tantos esfuerzos había costado establecer a los príncipes omeyas saltó en mil pedazos en un instante. Y la fitna o guerra civil se enseñoreó del país de tal modo y lo dejó tan apocado, que ya le fue imposible totalmente reponerse en absoluto.
Bereberes, sirios, persas y otros extranjeros fueron asesinados cuando Muhámmad ordenó la persecución de los africanos y un pago por cada cabeza que se le entregase. Las mujeres de estos acababan vendidas en Dār al-Banāt, «la casa de las mujeres».[12] Los bereberes sobrevivientes, escapados de Córdoba, encontraron un nuevo pretendiente al trono en Sulaymān, otro biznieto de Abderramán III;[12] se iniciaba así una larga y devastadora guerra civil.
Habitantes de África septentrional, islamizados paulatinamente tras la conquista árabe, concluida allí h. 705; pasaron a formar mayoría en los ejércitos musulmanes del occidente, participando en la conquista de Al-Andalus y en el reparto de los beneficios logrados, sintiéndose postergados en ellos por los árabes y seguramente también por los habitantes autóctonos, que por pactar o convertirse al Islam, como muladíes , mantuvieron ventajas. Esta situación parece derivar sobre todo de la condición eminentemente rural de los beréberes, tanto sedentarios como nómadas, por lo que los árabes además de sus prerrogativas de élite ocuparon en Al-Andalus las ciudades, y desde ellas el poder. Se alzaron los beréberes en el Magreb, desde el año 740, e inmediatamente en Al-Andalus, donde expulsaron del noroeste a los árabes, que sin embargo no fueron atacados en la Marca Superior, y concretamente en «Zaragoza y sus dominios», donde eran mayoría, y en especial los árabes yemeníes . No faltan pruebas, desde luego, de la instalación de beréberes en la Marca Superior, cuyos nombres han quedado en algunos de sus asentamientos: los Awsaya en Oseja, los Hawwara en Fabara, los Miknasa en Mequinenza; la puerta Cineja de Zaragoza conserva el nombre de la tribu Sinhaya. El sitio de Monzalbarba fue «residencia» (manzil) de beréberes, cuyas instalaciones pueden indicar también algunos topónimos formados por barba- y sus variantes. Además del castillo de los Zanata en Huesca y/o Zaragoza, y cerca de esta ciudad la «cuesta» de Malila (hoy seguramente Velilla de Ebro), atestiguando allí ese linaje. Limitando la cuenca del Ebro por el sureste, y en tierras hoy aragonesas, aparecen importantes asentamientos de beréberes integrados en la Marca Media pero participando en campañas del poder central contra la Marca Superior, o en alianzas y rivalidades con los caciques de ésta; tales beréberes son principalmente los Tihalt, entre Zaragoza y Soria ocupando Ateca y Pozuel de Ariza, los Razin de la Sahla de Albarracín, y los Gazlun de Villel y Teruel, cuya actual provincia englobó también zonas de Santabariya, donde dominaron los Zannun y grupos Awsaya.
LOS BEREBERES háblan un idioma Igual al EUSKERA más que probable origen de la introducción en esa lengua en la península. Ya que no hay constancia de su existencia anterior.Por otro lado, se la ha emparentado con algunas lenguas del Cáucaso, aunque los datos con los que se cuenta para propugnar esta relación no son muy concluyentes. Parece difícil pensar, por otra parte, que haya existido alguna vez una zona tan amplia (desde el norte de España al Cáucaso) con una lengua común. O que un pueblo originario de aquel lugar se haya trasladado hasta este sin que haya quedado ningún resto lingüístico en tan largo camino. De verdad se extinguió el idioma mozárabe o es el actual euskera.(los mozárabes eran cristanos)El Reino Mauro Romano (en latín, Regnum Maurorum et Romanorum) fue un reino independiente cristiano bereber, centrado en la ciudad de Altava (cerca de la actual Ouled Mimoun), y que controlaba gran parte de la antigua provincia romana de Mauritania Cesariense, ubicada en el actual norte de Argelia. Surgió en el siglo V cuando se debilitó el control romano sobre la provincia y los recursos imperiales tuvieron que concentrarse en otros lugares, especialmente en la defensa de la península italiana ante las tribus germánicas invasoras. Después de la invasión Islamisca, es de sentido común que al ser parte del Imperio Romano y Católicos, se les acogiera.Al saber cómo se las gastaban.
DESPUÉS MAPA OMEYA
mauros tendrá algo que ver con el gentilicio actual moros
Los primeros textos corresponden a anotaciones datadas en el s.XI conocidas como las glosas de San Millán (La Rioja y por aquel entonces, Reino de Navarra). Éstas eran anotaciones en los márgenes y espacios interlineales, que servían como traducción para los frailes copistas.
De las más de 1000 glosas que alberga un códice en latín, más de 100 son en romance y dos en euskera.
La primera frase que encontramos en euskera es la glosa 31 del folio 67v de dicho tomo. En ella podemos leer “Jziogui dugu” que significa, hemos sido encendidos, iluminados o nos sentimos enardecidos.
La segunda frase corresponde a la glosa 42 situada en el folio 68v. En el texto donde aparece esta anotación, el sermón habla sobre la salvación del alma. El texto latino que se glosa es “Nos quod abait, precipitemur in geena” que quiere decir en español lo siguiente: nosotros, lo cual no suceda, seamos arrojados en el infierno o en la gehena de los judíos.
En este contexto debemos interpretar la segunda glosa en euskera; “Guec ajutu ez dugu”. Tiene un significado similar a la glosa castellana y en este caso, la traducción sería: nosotros no tenemos suficiente ayuda.
Podía ser un lenguaje críptico.
Desde un punto de vista genético se puede afirmar que <<África empieza en los Pirineos>>. En el mapa genético elaborado por L. Cavalli-Sforza, A. Piazza y otros colaboradores del Proyecto Genoma a partir del análisis de 120 alelos entre 42 poblaciones se concluye la existencia de un común denominador biológico para el sur de Francia, la Península Ibérica –excepto el noroeste[5]– y el Magreb occidental. A finales de 1997 se publicó en Current Anthopology [6] un estudio muy detallado de antropólogos y genetistas canadienses, dirigidos por Christopher Meiklejohn.
El Islam no es más que la visión mahometana del Cristianismo arriano
El Arrianismo fue una de las múltiples sectas nacidas en el Egipto helenístico paleocristiano que consistía en la aceptación de Jesús como profeta, igual que el Islam, con ciertas asignaciones divinas pero sin un carácter totalmente divino. Además, los arrianos tampoco aceptan la Santísima Trinidad. Mahoma intepretó a su manera la visión de Arrio, fallecido en el 336, aceptando a Jesús como uno de los grandes profetas junto a Moisés o Abraham. Luego, el ejército de Mahoma llevó por la espada las creencias teológicas de su profeta, el pedófilo Mahoma. La historia de Roma no acabo ni con los Visigodos ni con los musulmanes fue una continuidad de las guerras entre herejes Arrianos y mercenarios, que después siguieron.
El hecho es que Mundir, ya en el partido del “candidato de los beréberes”, Sulaymān al-Mustacīn, intervino activamente en su asedio de Córdoba y en la nueva destitución de Hišām II, tras lo cual Sulaymān volvió a alzarse con el Califato, en mayo de 1013: premió entonces a las tribus beréberes que le habían ayudado, otorgándoles algunos dominios, sobre los que enseguida alzarán sus taifas, y concediendo Zaragoza a Mundir, como ya indicamos. Sulaymān confirmó también, entonces, en sus dominios de Albarracín a Hudayl de los Banū Razin, que al final también le había reconocido. Según nos transmite el polígrafo granadino Ibn al-Jatib, que tanto se apoya en el gran cronista Ibn Ḥayyān, contemporáneo de los hechos, esa concesión de Albarracín disgustó a Mundir, que ambicionaba incluso las tierras donde los Banū Razīn venían gobernando desde siglos atrás. De hecho, combatirá Mundir con este Hudayl de Albarracín al comenzar la constitución de sus respectivas taifas, mientras Mundir consolidaba el territorio, extenso, que había conformado la Frontera Superior, limítrofe con las taifas de Toledo, Albarracín, Valencia y Tortosa. Tuvo que invadir Huesca y desplazar de allí a su pariente Ibn Ṣumādiḥ, que marchó al Levante, y al cabo regirá la taifa de Almería.
Más sobre Sachuelo https://www.nubeluz.es/musulmanes/almanzor/sanchuelo.html
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